¿ES POSIBLE UN DIDÁCTICA DE LA FILOSOFÍA?
La pregunta por las condiciones de posibilidad de una didáctica de la
filosofía o una didáctica filosófica implica la cuestión de si es posible
una didáctica de la filosofía al margen del saber filosófico, legitimando
de esta forma una didáctica filosófica: enseñar filosofía es también
enseñar a filosofar.
¿Por qué preguntarnos por la enseñanza de la filosofía? Dos razones
podemos esgrimir aquí.
La primera tiene que ver con el reconocimiento del hecho que el
trabajo filosófico que hace el profesor con sus estudiantes lo
conduce necesariamente a formular instrucciones, a elaborar definiciones,
a proponer ejemplos y referencias, a precisar las distinciones
o las oposiciones conceptuales. La necesidad de dar a
los alumnos o estudiantes los medios de escapar de la confusión,
del amalgama y aún del enredo intelectual tan frecuentes hacen
estas tareas primordiales.
Tareas difíciles, porque no pueden ser llevadas a cabo de manera
adecuada independientemente de la reflexión filosófica. En efecto,
condiciones de esta reflexión, son los temas u objetos de estudio.
Es filosóficamente ilegítimo y pedagógicamente peligroso
instrumentalizarlos, de creer que se puede dar las reglas, las definiciones,
las distinciones validas en abstracto, independientemente de
todo contenido. Sin duda, los obstáculos a la reflexión filosófica que
se encuentran entre los estudiantes llevan al profesor a forzar las
instrucciones, con el riesgo de hacer desaparecer los matices, el
carácter «fluido» de los conceptos filosóficos, retomando la expresión de Gastón Granger, cuando los conceptos filosóficos
tienden a ser pensados como conceptos objetivos, determinados
según el modelo del concepto científico, en detrimento de su
reflexibilidad. Esta dogmatización que lleva a cabo el profesor no
necesariamente es un defecto, siempre y cuando él no se detenga
ahí; puede ser abordado como un momento de fecundidad filosófica
si la inscribe en una estrategia didáctica. Sin embargo, no se
pueden soslayar los peligros de tal dogmatización: los alumnos consideran
este momento como el límite de la enseñanza, convirtiéndose
en trampolín para petrificar la reflexión, fijarla, fetichizarla; los
medios transformados en resultados se convierten en fines. El
dogmatismo, así como el relativismo, son confortables y ofrecen
seguridades que son, a su vez, obstáculos para la reflexión. Enfrentar
la instrumentalización, el dogmatismo, el relativismo, todos ellos
obstáculos para la reflexión filosófica, es un reto en la enseñanza
filosófica de la filosofía.
La segunda razón, se basa en la tesis según la cual la didáctica de
la filosofía no es un mero apéndice externo a la filosofía misma
sino que es constitutiva de la misma actividad filosófica, al menos
de la actividad filosófica académica. Sin enseñanza y sin aprendizaje
de conceptos filosóficos todas las disciplinas filosóficas del
mundo académico habrían sido sencillamente, imposibles; pero,
esta tesis que afirma la posibilidad de la enseñanza y aprendizaje
filosófico, está acompañada de una serie de interrogantes acerca
de la naturaleza singular de la didáctica de lo filosófico: ¿Qué se
enseña en filosofía: a filosofar, filosofías, la filosofía...? Y en otro
orden de cosas: ¿enseñar filosofía es un arte personal de cada
uno, una técnica neutral universalizable o una ciencia psicopedagógica
válida para todo profesor de filosofía? Hay una metodología y una
didáctica única en la enseñanza de la filosofía o más bien la misma
a actividad propia de la clase de filosofía exige adoptar un cierto
pluralismo y eclecticismo metodológico?.
En otros términos cómo abordar la supuesta antinomia entre enseñar a filosofar y enseñar filosofía?: por ahora digamos, que ningún
profesor de filosofía puede iniciar a sus estudiantes en la reflexión
filosófica sin informarle sobre los problemas, conceptos y términos. (Gómez, 2003)
INTRODUCCION A LA DIDACTICA DE LA FILOSOFIA:
http://recursosbiblioteca.utp.edu.co/dspace/bitstream/11059/3353/1/Filosofia.PDF