DISCURSO DEL METODO
Un comentario al “Discurso del
método” de René Descartes – Dennis L. Morán Mimbela
La facultad
para juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso, es decir, tener un buen
sentido o razón, es igual para todos, pues se desprende de la misma naturaleza
del hombre, que es un ser racional, esta afirmación me parece redundante, pero
esclarece el punto al que quiere llegar Descartes cuando afirma que no basta
con tener el ingenio bueno, sino lo principal es aplicarlo bien, la dificultad
está en que algunos no la emplean correctamente, creen tener la verdad por el
simple hecho de poseer esta facultad, y lo significativo aquí es aplicar bien
esta facultad para llegar aún más lejos de lo que un juicio nublado o cerrado
puede llegar, siguiendo el camino recto, en virtud de su misma naturaleza.
Esta
facultad que todo hombre posee, necesita de un método, un camino, un medio para
aumentar paulatinamente el conocimiento y potenciarla hasta el punto más alto
en que pueda llegar; y he aquí la intervención oportuna de Descartes dando a
conocer su método, un procedimiento que ha aplicado para conseguir apartarlo de
la situación en la que estaba, esto es, de la mediocridad de su propio ingenio,
y contribuir así a su buen sentido. No obstante, Descartes aclara que su
propósito no es enseñar el método que el hombre debe seguir para conducir bien
su razón, sino que es el método que él ha procurado seguir para dirigirla por
buen camino.
Descartes
se propone empezar desde cero, remover, cambiar, edificar cimientos o
principios a partir de su propia perspectiva, desde su propio terreno, pues lo
que intenta es reformar sus propios pensamientos, y por ello el discurso de su
método, el cual invita a conocer, si es que a alguien le ha parecido correcto o
gustado su obra, pero eso no implica que sugiera o aconseja que lo imiten.
Me parece
interesante la distinción que hace, sosteniendo que en el mundo se compone casi
solo de dos especies de ingenios, a los cuales este método no conviene en modo
alguno; tenemos por un lado a los que creyéndose más hábiles de lo que son, su
arrogancia o engreimiento no les permiten llegar más allá de lo que su razón
despejada podría llegar, sino que se mantienen extasiados y obnubilados por sus
propios pensamientos que jamás llegaran más lejos, y de esta forma permanecerán
extraviados por un camino que posiblemente esté aún más equivocado que ellos
mismos; por otro lado tenemos a quienes teniendo la suficiente razón o modestia
para juzgar que son menos capaces de distinguir lo verdadero de lo falso que
otras personas, son conformistas, se contentan o amoldan a los pensamientos u
opiniones de aquellas personas que supuestamente son más capaces de tal
distinción, de un aparente buen juicio, y si realmente lo tiene, en este caso
valdría la pena seguir y estudiar.
Y sin más
rodeos, el método de Descartes se condensa en las siguientes cuatro pautas:
Lo primero
es no admitir como verdadera cosa alguna, si no se está seguro o no se posee
evidencia que lo es, en otras palabras, dudar en primer término de todo aquello
que no se presentase claramente como verdadero y no hubiese ocasión de sospecha
de su verdad.
El segundo
es examinar detallada y exhaustivamente el tema o materia tratado, esto es,
dividir en cuantas partes fuese posible y requiriese su mejor solución.
El tercero es,
después de hacer el respectivo análisis del segundo paso y tener todas las
partes, empezar por los objetos más simples y más fáciles de conocer o entender,
e ir progresivamente avanzando hasta el conocimiento de los más compuestos, es
decir, una síntesis de todo, sin obviar nada.
El cuarto
es, y último paso, hacer una revisión general y escrutinio integral en el cual
estemos en la seguridad de no haber omitido nada.
Descartes al
final está complacido y satisfecho por el método planteado, porque con él tenía
la seguridad de emplear su razón en todo y ciertamente no puede ser de otra
forma, el método es una apelación a la razón, un procedimiento que poco a poco
ayuda a concebir con mayor claridad y distinción la disciplina, ciencia o
pensamiento en donde se le aplique; pues
no está sujeta a ninguna materia particular.
Con todo
esto Descartes no da entrever un escepticismo radical, un ferviente ateísmo y mucho
menos pone en duda la existencia de Dios, el considera, y cito: “ […] las
verdades reveladas… están muy por encima de nuestra inteligencia, nunca me
hubiera atrevido a someterlas a la flaqueza de mis razonamientos, pensando que
para acometer la empresa de examinarlas y salir con bien de ella era preciso
alguna extraordinaria ayuda del cielo, y ser por lo tanto, algo más que
hombre”; dando a conocer que profesaba una gran reverencia por la teología y
como cualquier cristiano pretendía ganarse el cielo; por lo que alguien que
pretenda decir que Descartes niegue la existencia de dios o por su mismo método
acometa contra él, está tergiversando o deformando su pensamiento.
Hay tanto
de Descartes que en la actualidad se ha enmarañado, confundido y desfigurado
que cuesta mucho intentar verlo desde su perspectiva correcta, por lo que es
preciso aclarar y adentrarse a su contexto para desenvolver el error en el que
nos encontramos muchas personas.
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