jueves, 5 de octubre de 2017

René Descartes - Discurso del Método.


DISCURSO DEL METODO


Un comentario al “Discurso del método” de René Descartes – Dennis L. Morán Mimbela

La facultad para juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso, es decir, tener un buen sentido o razón, es igual para todos, pues se desprende de la misma naturaleza del hombre, que es un ser racional, esta afirmación me parece redundante, pero esclarece el punto al que quiere llegar Descartes cuando afirma que no basta con tener el ingenio bueno, sino lo principal es aplicarlo bien, la dificultad está en que algunos no la emplean correctamente, creen tener la verdad por el simple hecho de poseer esta facultad, y lo significativo aquí es aplicar bien esta facultad para llegar aún más lejos de lo que un juicio nublado o cerrado puede llegar, siguiendo el camino recto, en virtud de su misma naturaleza.

Esta facultad que todo hombre posee, necesita de un método, un camino, un medio para aumentar paulatinamente el conocimiento y potenciarla hasta el punto más alto en que pueda llegar; y he aquí la intervención oportuna de Descartes dando a conocer su método, un procedimiento que ha aplicado para conseguir apartarlo de la situación en la que estaba, esto es, de la mediocridad de su propio ingenio, y contribuir así a su buen sentido. No obstante, Descartes aclara que su propósito no es enseñar el método que el hombre debe seguir para conducir bien su razón, sino que es el método que él ha procurado seguir para dirigirla por buen camino.

Descartes se propone empezar desde cero, remover, cambiar, edificar cimientos o principios a partir de su propia perspectiva, desde su propio terreno, pues lo que intenta es reformar sus propios pensamientos, y por ello el discurso de su método, el cual invita a conocer, si es que a alguien le ha parecido correcto o gustado su obra, pero eso no implica que sugiera o aconseja que lo imiten.

Me parece interesante la distinción que hace, sosteniendo que en el mundo se compone casi solo de dos especies de ingenios, a los cuales este método no conviene en modo alguno; tenemos por un lado a los que creyéndose más hábiles de lo que son, su arrogancia o engreimiento no les permiten llegar más allá de lo que su razón despejada podría llegar, sino que se mantienen extasiados y obnubilados por sus propios pensamientos que jamás llegaran más lejos, y de esta forma permanecerán extraviados por un camino que posiblemente esté aún más equivocado que ellos mismos; por otro lado tenemos a quienes teniendo la suficiente razón o modestia para juzgar que son menos capaces de distinguir lo verdadero de lo falso que otras personas, son conformistas, se contentan o amoldan a los pensamientos u opiniones de aquellas personas que supuestamente son más capaces de tal distinción, de un aparente buen juicio, y si realmente lo tiene, en este caso valdría la pena seguir y estudiar.

Y sin más rodeos, el método de Descartes se condensa en las siguientes cuatro pautas:

Lo primero es no admitir como verdadera cosa alguna, si no se está seguro o no se posee evidencia que lo es, en otras palabras, dudar en primer término de todo aquello que no se presentase claramente como verdadero y no hubiese ocasión de sospecha de su verdad.

El segundo es examinar detallada y exhaustivamente el tema o materia tratado, esto es, dividir en cuantas partes fuese posible y requiriese su mejor solución.

El tercero es, después de hacer el respectivo análisis del segundo paso y tener todas las partes, empezar por los objetos más simples y más fáciles de conocer o entender, e ir progresivamente avanzando hasta el conocimiento de los más compuestos, es decir, una síntesis de todo, sin obviar nada.

El cuarto es, y último paso, hacer una revisión general y escrutinio integral en el cual estemos en la seguridad de no haber omitido nada.

Descartes al final está complacido y satisfecho por el método planteado, porque con él tenía la seguridad de emplear su razón en todo y ciertamente no puede ser de otra forma, el método es una apelación a la razón, un procedimiento que poco a poco ayuda a concebir con mayor claridad y distinción la disciplina, ciencia o pensamiento en donde  se le aplique; pues no está sujeta a ninguna materia particular.

Con todo esto Descartes no da entrever un escepticismo radical, un ferviente ateísmo y mucho menos pone en duda la existencia de Dios, el considera, y cito: “ […] las verdades reveladas… están muy por encima de nuestra inteligencia, nunca me hubiera atrevido a someterlas a la flaqueza de mis razonamientos, pensando que para acometer la empresa de examinarlas y salir con bien de ella era preciso alguna extraordinaria ayuda del cielo, y ser por lo tanto, algo más que hombre”; dando a conocer que profesaba una gran reverencia por la teología y como cualquier cristiano pretendía ganarse el cielo; por lo que alguien que pretenda decir que Descartes niegue la existencia de dios o por su mismo método acometa contra él, está tergiversando o deformando su pensamiento.

Hay tanto de Descartes que en la actualidad se ha enmarañado, confundido y desfigurado que cuesta mucho intentar verlo desde su perspectiva correcta, por lo que es preciso aclarar y adentrarse a su contexto para desenvolver el error en el que nos encontramos muchas personas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario